jueves, 2 de abril de 2015

ETAPA III. DISCIPULADO ACEPTADO.




En esta etapa el Discipulado consiste en establecer contacto con el Maestro; la tarea del Maestro es evocar respuesta directa y reacción consciente en el discípulo. Los contactos que se realizan en el sendero del discipulado aceptado son:
El contacto directo con el Maestro en la meditación.
Una entrevista en el Ashrama de un Maestro.

El discípulo ya tiene claro que es alma-personalidad,  en una sola conciencia. Se mantiene constantemente en el supermental, en la conciencia anímica. Es allí donde adquiere la evidencia de que no separatividad, de que todas las almas son una y que su expansión consiste en preocuparse por la elevación de la conciencia de todos los demás. Su nota clave es demostrar el amor por el servicio. Esta en identidad de vivencia con el Ashrama y el Maestro. Se le considera un discípulo aceptado para servir. La conciencia personal percibir separatividad por medio de los sentidos físicos y la mente concreta o separativa, pero la conciencia superior prohíbe todo como expresión de la mayúscula unidad. Por tanto se encuentra constantemente en un clima de interrogantes que de algún modo frenan su arrojo para servir.

La tarea del Maestro es sugerir o introducir en la mente del discípulo un interrogante que justifique su reflexión y luego estimular la mente abstracta, superior o intuitiva, para que pueda responder exitosamente. Los discípulos progresan respondiendo a sus propias preguntas;

En el ashrama o grupo de un Maestro la reacción a las preguntas recibidas por un discípulo o por todo el grupo, y las respuestas, producen un efecto que condiciona al grupo. Aquí entra en juego el trabajo especial del Maestro -incitar al Ashrama a formular las preguntas que traerán la revelación.

Es así como el Maestro imparte continua enseñanza y ofrece acrecentada oportunidad de servir. Su tarea principal es ayudarlos a apartarse del aspecto forma de la vida, del mundo separativo de las sensaciones y de la mente concreta,  y a capacitarse para ciertas grandes expansiones de conciencia que llegan por la meditación orientada hacia la Realidad espiritual.  Acepta la responsabilidad de prepararlos para la iniciación. Vigila cuidadosamente su nota o vibración, e indica los cambios a hacer en actitud y expresión, donde intensificar la vida espiritual y donde los reajustes de la personalidad conducirán a mayor libertad y servicio más eficiente.

Una tarea del discípulo aceptado consiste en ayudar a interpretar, dirigir e indicar al neófito la significación de la experiencia.

El Maestro también espera un esfuerzo de Sus discípulos y, a fin de trabajar en escala mayor en el mundo, les permite trabajar como desean; espera el esfuerzo en las líneas de la actividad de Su intención. El Maestro busca a quienes se consagran a las necesidades de la humanidad; implica sensibilidad al dolor mundial, también "divina indiferencia" a los acontecimientos externos del pequeño yo, y un sentido de proporción que permita ver sus pequeños asuntos personales -físicos, emocionales y mentales- en términos de la totalidad.

Como el discípulo deja de considerar importante el mundo de las apariencias sensoriales, y advierte que el mundo de la Realidad existe antes de presencializarse bajo ninguna forma, cuando quiere contactar con la realidad del Maestro no se interesa por conocer cuál es su figura, la forma de su cuerpo, porque esto no es más que la periferia de la Realidad. El Maestro es un exponente puro de la Realidad espiritual, así que la percepción que quiere tener del Maestro es más bien como un punto radiante de constante evidencia de la Realidad que impresiona su mente abstracta, su alma.  

Además el discípulo sabe que ha de eliminar todo lo que obstruye el fluir de la energía hacia los demás para el servicio, y que crea resistencias para la mejor percepción de la Realidad supramental. Está trabajando por la pureza de vida y el olvido de sí mismo, que entiende que el Maestro posee en grado sumo. De esta forma se acerca a la eliminación de toda separación entre el y el Maestro. Va eliminando todo tipo de autoconciencia para abrirse a la percepción de ser la conciencia omnincluyente, primero de la humanidad y después de todo el planeta.

El servicio hacia los demás se realiza por amor. El amor nunca se inicia en la naturaleza inferior; es una afluencia libre e ininterrumpida desde la naturaleza superior, desde la unidad con todos que como alma ve evidente.  El amor es espontáneo y contiene siempre el libre espíritu crístico.
La recomendación del Maestro DK es que debemos dejar de acentuar la voluntad de amar y si acentuar en nuestra propia conciencia la necesidad que los demás tienen de nuestra compasión, comprensión, interés y ayuda. El clamor del discípulo es: "Ayuden en el trabajo. Olvídense de sí mismos. El mundo los necesita". Tantos discípulos están aún encerrados dentro de sí mismos y ocultos detrás del muro del yo personal, que muy poco amor verdadero fluye externamente.

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