sábado, 29 de marzo de 2014

PROGRESO EN LA IRRADIACIÓN, CONSTRUYENDO EL PUENTE O “ANTAKARANA”



Hemos comentado alguna vez que la irradiación es patrimonio de la energía, de la vida. Conforme la conciencia se va sumergiendo en la materia, pierde el reconocimiento de su verdadera identidad, de que es la Vida Una. Ella realiza un doble movimiento, de descenso y de ascenso. El cristianismo lo ha presentado como un salir de la casa del Padre y un volver a ella.
Durante todo el tiempo desde el comienzo del cristianismo hasta ahora, la humanidad ha vivido influida por las energías de Piscis, cuya nota dinámica se expresa con esta afirmación: “Yo abandono el hogar de mi Padre, y retornando, salvo”. Ahora la humanidad está realizando el camino de retorno. Hemos salido de la Unidad, para encontrarnos en el mundo de la diversidad. Hemos dejado la evidencia de la plenitud infinita, para encarnarnos en estados de carencia, miedo, preocupación, estrés, soledad, desafección y falta de autoestima en un caminar sin sentido.
La unidad es lo que proclamaba Cristo cuando afirmo: “que todos sean uno, como Tú, Padre en mi y yo en Ti; que también ellos en nosotros sean uno”. Como también dijo: “Y yo les he comunicado la gloria que tú me has dado, para que sean uno, como nosotros somos uno”.
Esta unidad no debe entenderse como un concepto, o un enfoque filosófico. Y para que no haya confusión, se afirma que se trata de la Realidad: la Realidad es en Una.  Quien no vive en la realidad de la unidad, está en la ilusión y el sufrimiento no es más que una pesadilla. Nada se nos ha de añadir para alcanzar la Realidad, porque ya lo somos. Somos la plenitud de la Realidad, pero lo ignoramos. Somos ricos, pero vivimos pobres. ¿Cómo es que ha ocurrido esta separación? ¿Como podemos recuperar la experiencia de la unidad?
La conciencia, es la que sufre las consecuencias de inmergirse en la materia, porque al hacerlo y entrar en el juego de la diversidad, pierde conciencia de la unidad. La Inteligencia es el conocimiento directo, inmediato y por identidad, propio de la Realidad. Pero la conciencia, al sumergirse en la materia usa la mente concreta, la mente material, la cual para conocer, necesita separar, esta separación es la que simbólicamente queda expresada en el pasaje de la Biblia que nos habla de la expulsión del paraíso terrenal y la caída en el pecado original. Hay una brecha separadora entre la conciencia inferior y la superior, la conciencia mental y la supermental. Cuando consigamos construir el puente que une ambas conciencias, habremos logrado volver a la casa del Padre.
El Maestro D.K. nos enseña que este puente tiene tres etapas. La primera etapa es sólo preparatoria para la auténtica construcción del puente y se trata de la integración de la personalidad.  Hoy solo los menos evolucionados carecen de integridad personal, es decir de activar con sentido e integradamente nuestra capacidad mental, emocional y vital. Cuando lo hacemos, empezamos a tener irradiación y poder. De hecho hay gente que tiene tanto poder que, siendo un grupo minoritario, está subyugando a grandes masas humanas por todo el planeta, a las que deja sumidas en el hambre y la miseria. Una demostración curiosa que tenemos de nuestro poder integrado reside en el poder de nuestra mirada: mirar a los ojos transfiere poder. Los ojos humanos tienen tanto poder que muchos animales son incapaces de resistirla.
La segunda etapa de este puente, que en su palabra original llama “antakarana”, consiste en lograr la fusión de la personalidad con el alma. La tercera etapa, la cumbre del antakarana consiste en que la personalidad y alma unidas perciban con evidencia su identidad con la Realidad espiritual.
En la próxima entrada nos detendremos más en estas dos etapas, que unidas designa como “las seis etapas del antakarana”. Nos detendremos en la primera de estas seis etapas que designa con la palabra “intención”.
Se trata de abordar nuestra Realización de forma segura, experimentada, y garantizada por la enseñanza del Maestro D.K.

sábado, 22 de marzo de 2014

POR LA RECTA CONCIENCIA, IRRADIA EL ALMA.



La primera señal de que se ha contactado con el alma aparece al secundar la recta conciencia. Esta zona silenciosa y más profunda de la propia conciencia es en realidad la conexión que el alma tiene con nosotros. A algunos les resulta difícil aceptar que esto sea así, porque esa zona puede estar mediatizada por la cultura religiosa que la suele presentar como algo extraño a nosotros e inasequible, y porque todo lo queremos comprender con la mente concreta y separativa, que conoce por conceptos, y por tanto el alma viene a ser un concepto más con que nutre a su aura mental, llena de contenidos mentales.
La recta conciencia posee unas características que todos fácilmente pueden evidenciar: es silenciosa, íntima, directa, intuitiva, es decir sin necesidad de presentar lo que te quiere decir a través de pensamientos. Si acaso eres tú quien traduce a pensamientos esa impresión interior que ella te ofrece.
Como, cuanto nacemos se nos establece en una burbuja cultural, a veces es difícil entender lo que es bueno y lo que es malo, cuando lo referimos a los criterios infundido los en la burbuja, inmersa a la vez en otra burbuja cultural, familiar y social.
Pero aún así, se nos han presentado a través de la historia algunos criterios para rescatar el carácter categórico que tiene la recta conciencia, de modo que trasciende a todas las culturas. Por ejemplo, cuando se nos presenta: “No hagas a los demás, lo que no te gustaría que los demás te hicieran a ti”, esta afirmación elemental, revela además otra característica de la recta conciencia: su universalidad. El individuo tiene sentido dentro de la sociedad, y la sociedad sólo es viable cuando hay armonía. Lo que hago a otros, no es correcto si, además de producirme daño, convierte las relaciones armoniosas en un caos inviable.
Buda, nuestro hermano mayor junto con Cristo, es el exponente más elevado de la Sabiduría. Él nos ofreció la Óctuple Noble Vía para alcanzar la felicidad. Si la estudiamos, nos damos cuenta de que se trata simplemente de dar curso a la recta conciencia. Se trata de ocho vías de rectitud. El no dijo en qué consiste esta rectitud. Al hacerlo así no revelaba dos cosas: que todos tenemos acceso directo a esa fuente de conocimiento; y también que al hacerlo así, eliminaba la posible contaminación que pudiera producirse al verterla a conceptos. Porque siempre se ha dicho que “la mente es la matadora de lo Real”. Por la mente entramos en el mundo de la ilusión, de la cual el primero y mayor exponente es la creación del yo-idea.
Las ocho rectitudes budistas son: recta visión, recto entendimiento, recta palabra, recta acción, recto esfuerzo, recto medio de vida, recta concentración y recta contemplación.
Cuanto más uno se compromete a secundar la recta conciencia, ella interviene cada vez con más frecuencia y mayor nitidez de información. Dentro del paradigma de que “todo es energía”, ella revela cuál es la frecuencia de onda evolutiva y cuál es involutiva, cuál acerca a los niveles más elevados y sutiles, transparentes, puros e incluyentes, expansivos y plenos, y cuál lleva a mayor densidad, materialidad, opacidad, impureza, exclusión, cerramiento, carencia y retracción.
Cuando secundamos la recta conciencia, secundamos buenas vibraciones, nos encontramos con un estado de mayor irradiación, armonía interior y exterior, placidez y salud. Cuando secundamos las vibraciones erróneas, nos encaramos tarde o temprano a estados de desagrado, malestar, lucha interior y exterior, dolencias y enfermedades.
En la recta conciencia te identificas con la propia positividad. Podrás mentir, robar, matar, pero si escuchar la voz de la recta conciencia y reconoces que no has obrado bien, te identificas con tu estado positivo de conciencia. Y tú mismo te redimes, si te decides a cambiar y continuar por el recto camino. Es tu salvación.

lunes, 17 de marzo de 2014

La irradiación más potente comienza con la fusión con el alma




Aunque la personalidad, una vez ha conseguido la integración del potencial de sus tres cuerpos sutiles, manifiesta potente irradiación, no obstante su mayor poder aparece de forma constante cuando ella, a su vez, se integra con el verdadero Yo, el alma, nuestra conciencia supermental.
En el esoterismo existen fórmulas que facilitan esa conexión con el alma. La fusión con el alma se denomina la primera parte del antakarana, entendido como la creación de un puente que salva la brecha que hasta ahora ha separado a la conciencia personal de la conciencia superior. Gracias a estas fórmulas técnicas el proceso de fusión se realiza más rápido y es más consistente. Pero no es preciso tener conocimiento alguno del esoterismo para alcanzar esa fusión con el alma.
Dos factores más importantes consiguen que cualquiera alcance esa fusión que le aportará mucha más irradiación: el primero es la ardiente aspiración, y el segundo es el compromiso de secundar constantemente la recta conciencia.
La ardiente aspiración hacia lo interior, lo superior, lo espiritual, comporta un cambio en la calidad de los impulsos que mueven nuestra vida personal. Ordinariamente nos movemos en función de nuestros deseos e instintos. Pero llega un momento en que, saciados de insatisfacción, dado que el ser humano siempre quiere más, y siguiendo el método de ensayo y error, va observando que la orientación hacia el interior de la conciencia es lo que le otorga verdadera calidad. Una vez que trabaja por la interiorización, descubre en ella misma un impulso hacia lo superior, porque en los niveles profundos lo superior y el inferior no tienen separación. Así es como en vez de desear mucho el mundo exterior, ahora lo que más anhela es ese mundo interior y superior.
Los primeros pasos de la ardiente aspiración son inseguros e inconsistentes, porque la propia conciencia encuentra también mucha resistencia a ascender a los niveles superiores, pues la sustancia de sus cuerpos sutiles todavía es demasiado densa: por unos momentos anhela lo superior, pero, cuando el mundo exterior le presenta un pastel, eso le vuelve a abrir el apetito y deja de trabajar por lo superior durante unos instantes, horas, o días.
Cuando la sustancia de los cuerpos sutiles ya es más pura, entonces la ardiente aspiración tiene un gran poder invocador, y la conciencia superior no puede menos de responder a esa llamada.
Finalmente priva la experiencia de lo superior y ver el mundo ordinario desde arriba. Ese mundo de arriba es un mundo sin limitaciones, es inclusivo, de modo que va apareciendo una percepción nueva, al principio un poco vaga, de que en realidad no hay ninguna separación entre el propio yo profundo y el yo profundo de los que nos rodean. Eso es lo que lleva a que el amor hacia los demás sea sincero, incondicional y,  por su potencial mayor, resultando más impactante en los demás.
Cuando se alcanza la fusión con el Y o supermental, la fuente propia de toda referencia es inagotable: uno siempre está en la mayor autoestima, no piensa en sí mismo porque su energía es constante y creciente. Desaparece su yo dramático, y en su lugar aparece la naturalidad, la espontaneidad, la apertura, la confianza, y la nota característica del alma que es el servicio siempre que advierte una necesidad.
Las necesidades que mucha gente toma como importantes, en realidad no lo son, vistas desde arriba. Necesidad es lo que se precisa en cada momento y situación para alcanzar un acercamiento mayor a la propia y verdadera identidad. Porque el ser humano se va moviendo constantemente de la oscuridad a la luz, de lo irreal a lo Real, y de la muerte a la inmortalidad. De hecho a la personalidad se le llama el yo ilusorio, porque no es más que pegotes mentales adheridos al espigón vital central, al sutratma  -como se llama en esoterismo-, que anima los tres cuerpos sutiles. El yo ilusorio desaparece de forma natural cuando la conciencia queda inmersa en la luz del alma; nadie necesita que le harán demostraciones filosóficas para reconocer: cuando hay luz, desaparece la sombra.

viernes, 7 de marzo de 2014

Importancia del alineamiento en la irradiación integral



Importancia del alineamiento en la irradiación integral

Lo importante y característico de la irradiación integral reside en que las energías espirituales se expresen a través de los niveles más materiales, de modo que la conciencia atrapada en ellos logre la luz y la libertad propios.
Esto se consigue cuando la energía radiante del verdadero Yo se manifiesta por la personalidad, a través de sus tres componentes: el cuerpo mental, el cuerpo astral o emocional y el cuerpo vital o etérico.
La primera dificultad con la que nos encontramos para conseguir esta irradiación integral es la de que nuestra conciencia, al residir en estos tres cuerpos sutiles, encuentra resistencias en secundar el criterio superior y abandonar el seguido desde la primera encarnación.
Continúa sintiendo la inclinación de secundar el mundo de los deseos, que comenzaron siendo mera una expresión emocional de los instintos. Los instintos no son malos por naturaleza; pero, debido a la inercia propia de todo lo material, su potencial persiste por más que hayan cambiado las condiciones en que si que tenían sentido.
A la humanidad le ha costado mucho la integración personal. La inmensa mayoría la posee, pero el lograrlo por imposición externa, suele ser origen de conflictos psicológicos y mentales: represiones, coediciones, inhibiciones, neurosis, etcétera, No consiguen que seamos felices ahora que, gracias a este integración personal, disponemos de mayor poder radiante.
La integración personal es radiante y gozosa cuando se logra desde la dinámica de la propia conciencia. El eje de nuestro ser es la recta conciencia, expresión descendente de la conciencia supermental. No es fácil la integración personal, pues su influjo al principio es débil frente al poder de los instintos y deseos. Nuestra conciencia personal parte de una situación de desconexión con la conciencia superior, el alma, y esa es la causa principal de la debilidad de su poder respecto a su instrumento, la personalidad.
Por otra parte olvidamos o desconocemos que nuestra atención o enfoque mental siempre es una fuente de poder, y por tanto potencia lo que atiende. Por esto nosotros, al querer eliminar nuestras tendencias erróneas, las fortalecemos con prestarles atención. Frente a este método que tantas veces nos ha resultado frustrante, podemos utilizar otro: el del alineamiento.
El alineamiento es la técnica de supeditación de la sustancia de los cuerpos sutiles al poder de la verdad que captamos y con la que nos identificamos desde nuestra conciencia supermental, desde el alma.
La idea en esta técnica es la de que, del mismo modo que nuestro cuerpo físico está constituido de células y átomos, también los cuerpos sutiles, la sustancia de nuestro cuerpo vital o etérico, nuestro cuerpo emocional o astral, y nuestro cuerpo mental están constituidos por unos elementos que tienen como instinto básico secundar la ley. En Oriente y en el esoterismo son conocidos como “devas lunares” (lunares porque, igual que la luna no tiene luz propia sino que es recibida, así estas entidades elementales carecen de luz o vida propia -de lo contrario los llamaríamos “devas solares”). Para ellos su ley es lo que se les impone con poder.
Por tanto, cuando nuestra conciencia superior les trasmite el poder de su intención, lleno de verdad, los devas lo acatan porque se convierte en su ley.
La forma más elemental de conseguir esa supeditación, el alineamiento, es proyectando desde el centro integrador que es el chakra o centro del entrecejo, un foco de luz-intención mental, visualizando que pasa por toda su sustancia e ilumina más por donde pasa, de modo que se produce como una transformación de su naturaleza. Nuestra intención es la de que secunden el criterio de la recta conciencia.
Cuanto más evidente es nuestra identificación con la verdad y por más tiempo estamos realizando esta iluminación de la sustancia de los cuerpos sutiles con el foco mental, más fácil y duradero resultará percibir la conciencia integrada y radiante desde el poder interior de la conciencia.
Al realizar este alineamiento por la dinámica de la conciencia interior, la experiencia que nos viene es de paz, bienestar, gozo interior, confianza y apertura a los demás desde la autenticidad. Esta integración desde lo superior es la base de nuestra salud física.