Hemos comentado
alguna vez que la irradiación es patrimonio de la energía, de la vida. Conforme
la conciencia se va sumergiendo en la materia, pierde el reconocimiento de su
verdadera identidad, de que es la Vida Una. Ella realiza un doble movimiento,
de descenso y de ascenso. El cristianismo lo ha presentado como un salir de la
casa del Padre y un volver a ella.
Durante todo el
tiempo desde el comienzo del cristianismo hasta ahora, la humanidad ha vivido
influida por las energías de Piscis, cuya nota dinámica se expresa con esta
afirmación: “Yo abandono el hogar de mi
Padre, y retornando, salvo”. Ahora la humanidad está realizando el camino
de retorno. Hemos salido de la Unidad, para encontrarnos en el mundo de la
diversidad. Hemos dejado la evidencia de la plenitud infinita, para encarnarnos
en estados de carencia, miedo, preocupación, estrés, soledad, desafección y
falta de autoestima en un caminar sin sentido.
La unidad es lo
que proclamaba Cristo cuando afirmo: “que
todos sean uno, como Tú, Padre en mi y yo en Ti; que también ellos en nosotros
sean uno”. Como también dijo: “Y yo les he comunicado la gloria que tú me
has dado, para que sean uno, como nosotros
somos uno”.
Esta unidad no
debe entenderse como un concepto, o un enfoque filosófico. Y para que no haya
confusión, se afirma que se trata de la Realidad: la Realidad es en Una. Quien
no vive en la realidad de la unidad, está en la ilusión y el sufrimiento no es más que una pesadilla. Nada se nos ha de añadir para alcanzar la Realidad,
porque ya lo somos. Somos la plenitud de la Realidad, pero lo ignoramos.
Somos ricos, pero vivimos pobres. ¿Cómo es que ha ocurrido esta separación? ¿Como
podemos recuperar la experiencia de la unidad?
La conciencia, es la que sufre las consecuencias de
inmergirse en la materia,
porque al hacerlo y entrar en el juego de la diversidad, pierde conciencia de la unidad. La Inteligencia es el conocimiento directo, inmediato y por identidad,
propio de la Realidad. Pero la conciencia, al sumergirse en la materia usa la mente concreta, la mente material, la
cual para conocer, necesita separar, esta separación es la que simbólicamente queda expresada en el
pasaje de la Biblia que nos habla de la
expulsión del paraíso terrenal y la caída en el pecado original. Hay una
brecha separadora entre la
conciencia inferior y la superior, la conciencia mental y la supermental. Cuando consigamos construir el puente que
une ambas conciencias, habremos logrado volver a la casa del Padre.
El Maestro D.K. nos
enseña que este puente tiene tres etapas.
La primera etapa es sólo preparatoria para la auténtica construcción del puente
y se trata de la integración de la personalidad. Hoy solo los menos evolucionados carecen de
integridad personal, es decir de activar con sentido e integradamente nuestra
capacidad mental, emocional y vital. Cuando lo hacemos, empezamos a tener irradiación
y poder. De hecho hay gente que tiene tanto poder que, siendo un grupo
minoritario, está subyugando a grandes masas humanas por todo el planeta, a las
que deja sumidas en el hambre y la miseria. Una demostración curiosa que
tenemos de nuestro poder integrado reside en el poder de nuestra mirada: mirar a los ojos transfiere poder. Los
ojos humanos tienen tanto poder que muchos animales son incapaces de resistirla.
La segunda etapa de este puente, que en su palabra original
llama “antakarana”, consiste en lograr la fusión de la personalidad con el
alma. La tercera etapa, la
cumbre del antakarana consiste en que la
personalidad y alma unidas perciban con evidencia su identidad con la Realidad
espiritual.
En la próxima
entrada nos detendremos más en estas dos etapas, que unidas designa como “las seis etapas del antakarana”. Nos
detendremos en la primera de estas seis etapas que designa con la palabra “intención”.
Se trata de
abordar nuestra Realización de forma segura, experimentada, y garantizada por
la enseñanza del Maestro D.K.