La primera señal de que se ha contactado
con el alma aparece al secundar la recta conciencia. Esta zona silenciosa y más
profunda de la propia conciencia es en realidad la conexión que el alma tiene
con nosotros. A algunos les resulta difícil aceptar que esto sea así, porque
esa zona puede estar mediatizada por la cultura religiosa que la suele presentar
como algo extraño a nosotros e inasequible, y porque todo lo queremos
comprender con la mente concreta y separativa, que conoce por conceptos, y por
tanto el alma viene a ser un concepto más con que nutre a su aura mental, llena
de contenidos mentales.
La recta conciencia posee unas características que todos fácilmente
pueden evidenciar: es silenciosa,
íntima, directa, intuitiva, es decir sin necesidad de presentar lo que te
quiere decir a través de pensamientos. Si acaso eres tú quien traduce a
pensamientos esa impresión interior que ella te ofrece.
Como, cuanto nacemos se nos establece en
una burbuja cultural, a veces es difícil entender lo que es bueno y lo que es
malo, cuando lo referimos a los criterios infundido los en la burbuja, inmersa
a la vez en otra burbuja cultural, familiar y social.
Pero aún así, se nos han presentado a
través de la historia algunos criterios para rescatar el carácter categórico que tiene la recta conciencia, de modo que
trasciende a todas las culturas. Por ejemplo, cuando se nos presenta: “No hagas a los demás, lo que no te
gustaría que los demás te hicieran a ti”, esta afirmación elemental, revela
además otra característica de la recta conciencia: su universalidad. El individuo tiene sentido dentro de la sociedad, y
la sociedad sólo es viable cuando hay armonía.
Lo que hago a otros, no es correcto si, además de producirme daño, convierte
las relaciones armoniosas en un caos
inviable.
Buda, nuestro hermano mayor junto con
Cristo, es el exponente más elevado de la Sabiduría. Él nos ofreció la Óctuple Noble Vía para alcanzar la
felicidad. Si la estudiamos, nos damos cuenta de que se trata simplemente de dar curso a la recta conciencia. Se trata
de ocho vías de rectitud. El no dijo
en qué consiste esta rectitud. Al hacerlo así no revelaba dos cosas: que todos
tenemos acceso directo a esa fuente de
conocimiento; y también que al hacerlo así, eliminaba la posible contaminación que pudiera producirse al verterla a
conceptos. Porque siempre se ha dicho que “la mente es la matadora de lo Real”. Por la mente entramos en el
mundo de la ilusión, de la cual el primero y mayor exponente es la creación del
yo-idea.
Las ocho rectitudes budistas son: recta visión, recto entendimiento, recta
palabra, recta acción, recto esfuerzo, recto medio de vida, recta concentración
y recta contemplación.
Cuanto más uno se compromete a secundar la
recta conciencia, ella interviene cada vez con más frecuencia y mayor nitidez
de información. Dentro del paradigma de que “todo es energía”, ella revela cuál es la frecuencia de onda
evolutiva y cuál es involutiva, cuál acerca a los niveles más elevados y
sutiles, transparentes, puros e incluyentes, expansivos y plenos, y cuál lleva
a mayor densidad, materialidad, opacidad, impureza, exclusión, cerramiento,
carencia y retracción.
Cuando secundamos la recta conciencia,
secundamos buenas vibraciones, nos encontramos con un estado de mayor irradiación, armonía interior y
exterior, placidez y salud. Cuando secundamos las vibraciones erróneas, nos
encaramos tarde o temprano a estados de desagrado, malestar, lucha interior y
exterior, dolencias y enfermedades.
En la recta conciencia te identificas
con la propia positividad. Podrás mentir, robar, matar, pero si escuchar la voz
de la recta conciencia y reconoces que no has obrado bien, te identificas con
tu estado positivo de conciencia. Y tú mismo te redimes, si te decides a
cambiar y continuar por el recto camino. Es tu salvación.
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