sábado, 22 de marzo de 2014

POR LA RECTA CONCIENCIA, IRRADIA EL ALMA.



La primera señal de que se ha contactado con el alma aparece al secundar la recta conciencia. Esta zona silenciosa y más profunda de la propia conciencia es en realidad la conexión que el alma tiene con nosotros. A algunos les resulta difícil aceptar que esto sea así, porque esa zona puede estar mediatizada por la cultura religiosa que la suele presentar como algo extraño a nosotros e inasequible, y porque todo lo queremos comprender con la mente concreta y separativa, que conoce por conceptos, y por tanto el alma viene a ser un concepto más con que nutre a su aura mental, llena de contenidos mentales.
La recta conciencia posee unas características que todos fácilmente pueden evidenciar: es silenciosa, íntima, directa, intuitiva, es decir sin necesidad de presentar lo que te quiere decir a través de pensamientos. Si acaso eres tú quien traduce a pensamientos esa impresión interior que ella te ofrece.
Como, cuanto nacemos se nos establece en una burbuja cultural, a veces es difícil entender lo que es bueno y lo que es malo, cuando lo referimos a los criterios infundido los en la burbuja, inmersa a la vez en otra burbuja cultural, familiar y social.
Pero aún así, se nos han presentado a través de la historia algunos criterios para rescatar el carácter categórico que tiene la recta conciencia, de modo que trasciende a todas las culturas. Por ejemplo, cuando se nos presenta: “No hagas a los demás, lo que no te gustaría que los demás te hicieran a ti”, esta afirmación elemental, revela además otra característica de la recta conciencia: su universalidad. El individuo tiene sentido dentro de la sociedad, y la sociedad sólo es viable cuando hay armonía. Lo que hago a otros, no es correcto si, además de producirme daño, convierte las relaciones armoniosas en un caos inviable.
Buda, nuestro hermano mayor junto con Cristo, es el exponente más elevado de la Sabiduría. Él nos ofreció la Óctuple Noble Vía para alcanzar la felicidad. Si la estudiamos, nos damos cuenta de que se trata simplemente de dar curso a la recta conciencia. Se trata de ocho vías de rectitud. El no dijo en qué consiste esta rectitud. Al hacerlo así no revelaba dos cosas: que todos tenemos acceso directo a esa fuente de conocimiento; y también que al hacerlo así, eliminaba la posible contaminación que pudiera producirse al verterla a conceptos. Porque siempre se ha dicho que “la mente es la matadora de lo Real”. Por la mente entramos en el mundo de la ilusión, de la cual el primero y mayor exponente es la creación del yo-idea.
Las ocho rectitudes budistas son: recta visión, recto entendimiento, recta palabra, recta acción, recto esfuerzo, recto medio de vida, recta concentración y recta contemplación.
Cuanto más uno se compromete a secundar la recta conciencia, ella interviene cada vez con más frecuencia y mayor nitidez de información. Dentro del paradigma de que “todo es energía”, ella revela cuál es la frecuencia de onda evolutiva y cuál es involutiva, cuál acerca a los niveles más elevados y sutiles, transparentes, puros e incluyentes, expansivos y plenos, y cuál lleva a mayor densidad, materialidad, opacidad, impureza, exclusión, cerramiento, carencia y retracción.
Cuando secundamos la recta conciencia, secundamos buenas vibraciones, nos encontramos con un estado de mayor irradiación, armonía interior y exterior, placidez y salud. Cuando secundamos las vibraciones erróneas, nos encaramos tarde o temprano a estados de desagrado, malestar, lucha interior y exterior, dolencias y enfermedades.
En la recta conciencia te identificas con la propia positividad. Podrás mentir, robar, matar, pero si escuchar la voz de la recta conciencia y reconoces que no has obrado bien, te identificas con tu estado positivo de conciencia. Y tú mismo te redimes, si te decides a cambiar y continuar por el recto camino. Es tu salvación.

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