Ya hemos
considerado en alguna entrada anterior que, con la aparición del Quinto Reino,
la Jerarquía y la Humanidad formará en un todo denominado el Reino Espiritual.
Esto no nos debe de sorprender, porque, como se nos ha dicho, en la etapa
actual de la Conciencia planetaria hasta los Maestros más elevados, Buda y
Cristo, han surgido de la Humanidad misma.
El tema de la gradación hasta llegar a ser un Maestro
lo trataremos en otro momento. Contiene el desarrollo de las llamadas iniciaciones. Cada iniciación
representa un nivel bien cualificado de conciencia o de evidenciar ser la
Realidad Una.
También hemos
considerado en alguna ocasión que la exteriorización de los Maestros, la
Jerarquía, sucederá al tiempo que también irán apareciendo Sus Ashramas. El
conjunto de seres humanos que sintoniza con la irradiación de un Maestro y
secunda su propósito configura un Ashrama.
Cuanto más elevada es la conciencia de un ser humano, más fácil es sintonizar
con un Maestro.
La irradiación
de un Maestro es de gran alcance, porque no hace juego a la ilusión de la
separatividad; vive constantemente en un estado de unidad con lo más profundo
de la conciencia de cada ser humano. Para El, que se identifica con la Realidad
Una, todos los seres son expresión de esa Realidad que Él se evidencia ser. Por
tanto el vive y es lo más elevado y al mismo tiempo lo más profundo de cada ser
humano.
La ilusión de la separatividad se pierde cuando se
alcanza el nivel supermental, cuando uno afirma con
evidencia “yo soy el verdadero Yo”. Ese Yo, el alma, se vive en unidad con
todas las almas, lo que le lleva a traducir su elevación a una “expansión de conciencia “, lo cual se
resuelve en un interés y ayuda a los demás como hasta ahora se ha interesado el
yo ilusorio por sí mismo. El interés
natural por los demás deriva de la experiencia supermental, del alma.
De este modo se
comprende que se asciende al Ashrama por
elevación de conciencia y capacidad de servicio. Ello ha comportado un trabajo
por eliminar las tendencias egoístas del yo personal, por medio de una
disciplina de conducta que le ha llevado a la pureza de vida y al olvido de sí.
El acercamiento hacia el Ashrama sucede por la
incorporación espontánea en una experiencia de alma grupal.
Se participa en un alma grupal por la
identidad de propósito en satisfacer las necesidades de la humanidad. Cuando uno quiere satisfacer la necesidad de
un colectivo humano comienza a hacerse varias preguntas: qué es lo realmente
necesario; por qué ahora el grupo siente esa necesidad y antes no; ¿hay detrás
de este afán por solucionar esta necesidad una demanda de algo más profundo o
elevado? Etc. Las ideas respuesta a estas preguntas vienen de un nivel más elevado
que la propia alma, vienen del nivel espiritual y significan progreso, como
se expresa en la frase mántrica: “que el
dolor traiga la debida recompensa de luz y amor”. Estas ideas son revelación de la corriente de
energía que impulsa a la Humanidad y al Planeta hacia su realización divina;
son el desgranar de ese “Propósito que los Maestros conocen y sirven”
Con estas
consideraciones podemos entender fácilmente que discípulo es quien se interesa por los demás, vive como alma y
sintoniza con el Maestro, fuente reveladora del propósito de satisfacer la
necesidad. Afirma el Maestro DK que cada discípulo es un punto focal de poder hasta cierta medida.
Cuanto más avanzado esté un discípulo, tanto mayor será la fuerza o energía que
irradiará de él.
Hay una gradación
hasta llegar a ser discípulo, como lo hay una gradación dentro del Discipulado,
las llamadas por el Maestro DK “seis
etapas del Discipulado”. Éstas seis etapas serán objeto de nuestra
consideración sucesiva próxima.
Por nuestro
impulso evolutivo interior todos seremos un día discípulos, y más tarde
Maestros, pues la calidad más elevada de nuestro ser es la propia del Maestro.
Por eso se afirma: “el alma es tu
verdadero Maestro”.
El impulso hacia
el Discipulado o la Maestría es firme e ineludible porque brota de nuestro “instinto divino”, que brota desde la
base de la columna con su primera manifestación como impulso vital, pero que va
ascendiendo por la columna energética hacia arriba, al punto que cambia su
deseo por poseer cosas y más cosas, por la “ardiente aspiración” a identificarse con su conciencia supermental, con
el alma. Para esto es necesario el trabajo sistemático de meditación.
Manuel
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