Durante
la meditación la masa cerebral recibe una estimulación sutil, que recibe con
una frecuencia energética de ondas lenta, las ondas alfa. Cuando abrimos los
ojos la luz que penetra en ellos desde los objetos externos nos afecta con ondas
beta, que son de más alta frecuencia. Esto hace que al principio nos dé la
impresión de que la meditación sólo es posible mientras estamos con los ojos
cerrados, y que se desvanece con las distracciones exteriores en cuanto abrimos
los ojos.
Es
una indicación de que los contenidos de conciencia que percibimos durante la
meditación no están suficientemente impresos en la conciencia cerebral. Ocurre cuando
uno empieza a meditar.
En
función de la concentración que se va adquiriendo durante la meditación, día
tras día, la impresión cerebral es cada vez mayor, y llega el día en que somos
capaces de mantenernos con la atención puesta en los contenidos de la
meditación, de modo que aparezcan a criterio propio con sólo que queramos contactar
con ellos. Pero además, llegamos a advertir que aunque tengamos los ojos
abiertos durante la meditación, aunque sea al principio por sólo unos segundos,
nos mantenemos concentrados en las experiencias que nos aporta.
Esta
etapa la considero importante, porque es el comienzo de pasar de sólo meditar,
a meditar como acto formal en el momento del día en que uno se ha propuesto
como mejor (a ser posible es mejor elegir un momento por la mañana que por la
tarde o por la noche, porque por la mañana la atmósfera mental de la ciudad
esta más limpia de formas mentales distractivas, y además nos sirve para “cargar
las pilas”, para emprender las tareas del día con buen ánimo), y añadiendo
ahora es detenerse por unos segundos en momentos del día para volver a
experimentar alguno de los contenidos logrados en la meditación y que más ayudan
a revivir un estado elevado.
Se
puede constatar que la humanidad cada vez está más sensible a las energías
mentales, anímicas y espirituales. Cada vez más gente, al meditar, se apercibe
de más experiencias positivas que le vienen durante la meditación y que
corroboran que se esta alcanzando algún grado de “irradiación integral”. Hay
quienes notan un estado de calma, de
paz, de gozo interior; otros aprecian que como su conciencia se sitúa fácilmente arriba de la cabeza, que perciben una
experiencia de silencio interior más
o menos sutil o profundo; que la masa
cerebral está saturada de una suave energía radiante, agradable, y que
pueden proyectar o hasta percibir que se traduce en una luz en la cabeza. En otra ocasión hablaremos de los cuatro grados
que toma el fenómeno de la luz en la cabeza a que se refiere el Maestro D.K.;
Hay quienes constatan que se encuentran con la mente serena, clara y transparente, lo que les lleva a una identidad con su realidad original, sin
necesidad de aceptar como suyo ningún pensamiento que hasta el momento le haya
podido servir confundirse con él. Es una gran experiencia, porque de esta forma
se va eliminando la identificación con
el yo ilusorio, con el yo-idea.
Estas
experiencias tan positivas que surgen al principio es bueno reconocerlas y
apreciarlas, porque nos animan a seguir
meditando. No siempre la meditación nos ofrece experiencias claramente
destacables, en gran parte porque muchas veces nuestra distracciones pueden ser
tan frecuentes que saboteen cualquier intento de éxito en el proceso de
meditar. Por eso es conveniente que al comienzo de la meditación, igual que
realizamos un ejercicio previo de
distensión corporal y la regulación de la respiración que sea amplia y natural,
también es conveniente que nos fijemos en cuáles son los problemas que están
runruneando en nuestro subconsciente, problemas
que tenemos que solucionar y vamos retrasando, para que mentalmente tengamos
la firme disposición de darles salida.
Cuando nuestra decisión mental está tomada por darle una solución, podemos
emplazarlo hasta colocar algún tipo de programación,
como por ejemplo diciéndose “este problema ya esta solucionado porque ya voy a
comenzar a dar los pasos tal día, para
que suceda”. Advertiremos que, si lo hacemos, nuestro subconsciente no nos va
minar la meditación con pensamientos distractivos respecto a ello, y por tanto
nos garantizamos una mejor calidad de concentración al comenzar a meditar.
A
mejores meditaciones, más calidad y elevación en los momentos en que durante el
día volvemos a revivir alguna de sus experiencias. Esto nos llevará a tener más momentos durante el día en
que nos fijemos en el estado de meditación. De ahí pasaremos a esa etapa que
viene en llamarse “estado meditativo”.
Va a costar tiempo alcanzar esta etapa, y quien lo logra puede ponerse alguna
medalla (que se la va a quitar en cuanto se de cuenta de que se la quiere poner
el yo ilusorio). Esta etapa significa
que el estado de “irradiación integral”
va perdurando a lo largo del día. Como esta etapa es más fácil que surja
cuando se esta realizando una meditación que tiene como objetivo la fusión con
el alma o su expresión, se puede afirmar que, cuando se logra este estado meditativo,
se esta a un paso de vivir en la etapa que formalmente se denomina de “polarización mental”, es decir el
momento en que se esta con la conciencia siempre en el supermental.
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