MEDITACIÓN DEL CENTRAMIENTO
1 Relaja tu
cuerpo, una vez asumida la postura correcta de
meditación: tronco erguido columna vertebral lo más vertical posible. Afloja de
modo sistemático todo el cuerpo: cabeza, mentón, mejillas, labios, lengua,
paladar; la frente y el entrecejo; los ojos; todo el semblante. Los hombros y los brazos, antebrazos, muñecas
y manos.
Observa la respiración
amplia y natural afectando a la zona del vientre en la primera parte de la
inhalación. Al exhalar lleva la atención al vientre y relájalo. Igualmente
relaja muslos, pantorrillas, tobillos y pies.
2 Centra la
conciencia en la zona del abdomen. Mantente un rato observando la
respiración abdominal que haces amplia y natural, no hay otra cosa que observar
durante un tiempo.
Después olvida
programar la respiración. Déjala que obre por si misma. Observa que se produce como sin ti, por su propia
autonomía.
Al tener todo el
cuerpo relajado, es probable que puedas apreciar la impresión de las pulsaciones
por alguna zona del cuerpo. Quizás hasta puedas percibirlas en todo él a un
tiempo.
La respiración y
las pulsaciones te transmiten la experiencia de que la vida te llena;
estás empapado de ella. Tú eres su campo de expresión.
Afirma entonces en
tu interior:
“Yo soy
expresión de la Vida, vivo, soy energía”. Pausa.
Capta que la vida
se expresa en todos los seres, cada uno actuando con un propósito definido y siendo fiel a si mismo.
3 Centra la
conciencia en la zona del centro cardíaco. Visualiza ante ti alguna persona o
animal doméstico que te movilice ternura o afecto.
Una vez experimentas que esa emoción aparece en ti al prestarle
atención, deja que fluya durante un tiempo como tu respiración, olvidando la persona o
estímulo que hayas elegido. Permite que ese sentimiento, que es una forma de expresar amor, se manifieste con la misma autonomía y poder natural que ha ocurrido
con la Vida a través de la respiración..
Una vez te has identificado como su expresión, visualízate
en el centro de varios círculos concéntricos de personas, conectadas contigo por hilos de luz de color rosa.
En el primero están tus familiares y amigos, en el segundo tus conocidos, y en el tercero toda la Humanidad. Respira una o varias respiraciones de amor a
cada uno de los círculos. Luego afirma:
”Siento y acepto
los lazos que me unen a todos. Amo a
todos incondicionalmente”. Pausa.
4 Centra la
conciencia en la cabeza. Contempla
con tu imaginación un bello paisaje. Lo disfrutas, porque te estás dando cuenta de él.
Después de contemplarlo unos instantes, céntrate
en el hecho del darte cuenta.
Afirma:
“Me alegra darme
cuenta del paisaje. Más me alegra el darme cuenta, que lo hace posible. Por él
puedo contemplar y conocer. Pausa Después afirma:
“Yo soy la luz de
la Inteligencia, siempre consciente de la Realidad”.
5 Ahora mantente muy consciente y repite brevemente tus tres experiencias.
Lleva tu conciencia al vientre y afirma: “Yo soy
expresión de la Vida. Vivo, soy energia”.
Lleva tu conciencia al pecho y afirma: “Yo amo a todos
incondicionalmente”.
Lleva la conciencia a la cabeza: “Yo soy la Luz de
la Inteligencia; siempre consciente de la Realidad”.
Ahora repítelo con los ojos abiertos, como formalizando el compromiso de tu
naturaleza ante el mundo objetivo exterior:
“Yo soy expresión
de la Vida. Vivo, soy energia”.
“Yo amo a todos
incondicionalmente”.
“Yo soy la luz de
la Inteligencia, siempre consciente de la Realidad”.
6 Cierra los ojos
por unos instantes y visualízate en cualquier situación con la triple irradiación que ahora
vives. Tu propia presencia proclama, con su manera de ser e irradiar, tu
honestidad mental, el amor incondicional y la acción correcta.
7 Abre los ojos y
advierte que todo sigue igual: tu
vida y la del entorno con su misterioso propósito; todos unidos por los lazos con que actúa el amor; y todos asentados en
el juego de ser fieles a la Realidad. Continúa
con tu tarea diaria, ahora que sabes que todo sigue igual.
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