lunes, 12 de mayo de 2014

PARA IRRADIAR, LO MEJOR ES EMPEZAR.



 Hasta ahora el cometido del blog se ha destacado por una predominante presentación teórica de las formas, niveles y tipos de energía que podemos irradiar. Para muchos ha sido por ello sólo relativamente radiante, por la relativa atracción que suscita lo teórico en la conciencia.

De modo que lo mejor es que, si queremos irradiar, haciendo bueno el dicho oriental de que “hablando no se cuece el arroz”, empecemos a hacerlo. Y como la fuente de toda irradiación es la conciencia superior, el alma, lo mejor es que empecemos a meditar de modo sistemático. Por eso presentó dos consideraciones: una, sobre como meditar y la otra sobre cómo eliminar distracciones en la meditación.
    

COMO MEDITAR.


Si podemos seguir una serie de consejos, la calidad de nuestra meditación puede mejorar sensiblemente.

Primero, elegir el lugar más apropiado, el más silencioso, el que ofrezca menos y pueda utilizarse todos los días.  Lo sugerente sería una parte de la casa reservada sólo para meditar, pero a veces es difícil de conseguir.  No debe ser a costa de restricciones que impongamos a los demás miembros de la familia, que ordinariamente la necesitan para otros usos.

Hay quienes encuentran ayuda en encender palitos aromáticos.  Estos suelen realizar para que tengan una duración establecida; así puede apreciarse, por el fragmento consumido, el tiempo transcurrido en meditación sin necesidad de mirar al reloj.

Aunque no hay necesidad de cambiar de vestimenta, se puede optar por colocarse encima una holgada prenda blanca y específica para meditar. Este ritual facilita un nuevo estado psico-ambiental

Es conveniente consensuar con los familiares que durante el tiempo estricto de meditación  no requieran dicho espacio para otros menesteres.  Por supuesto, desconectar el teléfono móvil y avisar a aquellos con quienes se ser suele contactar telefónicamente con frecuencia, que no llamen entonces. Si es posible, pedir a los familiares que no usar la televisión y la radio durante este tiempo o excucharla con menor volumen sonoro.  Favorece mucho un entorno silencioso.  La habitación elegida podría ser la más alejada del ruido exterior.

No obstante las mayores dificultades el meditador las encuentra en su interior.  Una parte de sí mismo quizá tenga resistencia a meditar.  Un motivo puede ser el rechazo a realizar cualquier esfuerzo programado.  A la mente se le exige ahora atención activa y sostenida durante la meditación, y eso para algunas personas puede ser un esfuerzo extraordinario.  Hay quienes se desenvuelven muy bien en un clima emocional, pero encuentran la mente árida, demasiado rectilínea, y exigiendo dosis de concentración que nunca han realizado. La mente no ha estado bastante trabajada y ahora se exige activarla.

Puede haber un rechazo, desagrado o aversión amagados en el subconsciente, afectado por el cambio de visión y los nuevos valores que van apareciendo.  Hay cierta resistencia al cambio por parte de la materia de que estamos hechos.  Nuestra materia emocional no gusta cambiar unos gustos establecidos por otros objetivos que quieren ocupar su lugar, y que de momento cuentan con poco potencial y atractivo-satisfacción como para inclinarnos hacia ellos.

Cuanto más cultivemos el atractivo por la meditación, mejor meditaremos.  Así que, frente a ese oculto desagrado o aversión, podemos activar expresamente el gusto por meditar, pensando en los muchos beneficios que nos aportará.  Podemos recalcar las experiencias positivas que hayamos tenido en meditaciones interiores

Supongamos el caso de quien medita a las siete de la mañana, nada más despertar y despejarse.  Durante el día puede visualizar su figura cómo, dentro de 18, 15 o 10 horas siguientes, volverá a meditar muy a gusto. Está viendo a su figura meditando como si ya fuese mañana y afirma con emoción expresa: "¡que bien, sólo me faltan tantas horas para disfrutar meditando!", "¡preveo que mañana la meditación me va salir muy bien"!.  Así o con frases parecidas polariza su conciencia a la meditación, sobre todo su cuerpo de emociones.

El momento más apropiado para meditar suele ser el de la mañana, aunque realmente es mejor aquel en que la meditación puede hacerse siempre a la misma hora.
Por la mañana se aconseja practicar la porque:
a)     la atmósfera mental del planeta está a esas horas menos cargada de formas mentales distractivas, lo cual facilita concentrarse más pronto.
b)     El meditar no se enfrenta a problemas que al meditador se le presentarán después y por tanto se encuentra con menos preocupaciones que le hayan de distraer.
c)     La meditación da energía, y así quien medita halla sentido y poder para sí y para sus programación. La meditación correcta ahuyenta la depresión y aporta firmeza, confianza, seguridad y alegría.
d)     La meditación de noche suele debatirse entre cansancio, sueño y preocupaciones traídas por los problemas del día; por eso es una hora poco aconsejable.

No se sugiere meditar con el estómago lleno, para evitar la somnolencia típica. Si hay fiebre, indisposición corporal o alguna enfermedad que reste ánimos, es mejor dejar de meditar por lo que dure esta situación.

El principiante ha de ser disciplinado y regular en su meditación.  Lo conveniente es que la meditación dure unos 15 a 20 minutos solamente, pues en esos momentos está sometiendo a sus neuronas cerebrales a un estimulo de mayor potencial.  Ellas se han de acostumbrar poco a poco a esa nueva elevación vibratoria.  Después de la meditación no ha de haber ninguna sensación de dolor de cabeza, ninguna señal de fatiga mental o de embotamiento que produzca cierta lentitud en reacciones mentales; más bien habrá de percibir una sensación de lucidez y serenidad mentales, mayor conciencia corporal; calma emocional y capacidad de apertura a los demás.

 Para que la meditación se convierta en un hábito, considerarla ritual simbólico a practicar sin excepciones. Cuando haya excepción, meditar por lo menos un minuto al día, en el que se ocupa un lugar, una posición determinada y expresando la intención de meditar. Esto significa mantener una línea separadora entre la vida ordinaria y la que ahora se emprende de modo consciente y formal; entre el vivir de viejos esquemas, dando vueltas a la noria de la vida insatisfecha, y los nuevos parajes de amplia visión, de mayor energía, irradiación, amor y expansión inclusiva a los demás, salud, bienestar

Hemos de precavernos de las distracciones que ocupan tanto tiempo durante la meditación, que insertan en su proceso contenidos que nada tienen que ver con ella.






¿Por qué nos vienen tantas distracciones?


Las distracciones vienen:

1) Porque la sustancia del cuerpo mental es sutil y resulta impresionable al mínimo estimuló mental que le llegue.  Los estímulos pueden ser interiores o exteriores.  Los pensamientos son como nubes flotantes que, una vez pensadas, se mueven por el espacio mental, afectadas por corrientes mentales que están en cierta sintonía con ellas.

2) Porque nuestra sustancia mental no la tenemos domesticada.  La mejor domesticación es el aumento de su polarización hacia algún objetivo que se estime de interés: cuanto más radiante sea el objeto de interés, más atracción ejercerá y mejor será la polarización hacia ella.

Hay un método que se usa frecuentemente y que el Maestro. D.K. no recomienda porque es pernicioso.  Se trata de bloquear todo movimiento mental.  De ello puede derivar el embotamiento, la pérdida de agudeza y lucidez, la neurosis y la desvitalización mental.  Entonces la meditación resulta inútil porque no produce ninguna mejora en nuestros niveles personales..                                                                        

Para conseguir una mente favorable a la meditación lo conveniente es vaciarla de las formas mentales que actualmente pueda haber en ella. La decisión de nuestra voluntad y la ayuda de la imaginación son de gran valor para ello.  Imaginar que el cuerpo mental es un ámbito con formas mentales en movimiento (recordemos que todo es energía y la energía lo es cuando se mueve), y que con nuestra intención soplamos a las formas mentales que ocupan el cuerpo mental, de modo que salen de él, dejándolo disponible y receptivo para la entrada de las energías de la meditación.

3) Porque en nuestro subconsciente existen problemas aún sin resolver y que requieren solución.  Todas las tareas inacabadas que están en cabeza de lista de nuestra agenda nos pueden importunar.  Algunas están muchos días y meses en nuestros subconsciente porque tenemos miedo a enfrentarlas y por eso las postergamos sin fin.  Es imposible tener todos los problemas resueltos antes de meditar, pero sí podemos formular una clara decisión de que después de meditar los vamos a resolver.

Esto puede significar ponernos en algún momento del día ante una mesa con papel y lápiz para encarar el problema, cuándo, cómo, con qué medios, con qué apoyos, qué etapas etc. configuran la solución del mismo. 

Una vez le llegue a nuestro subconsciente la información de que dicho problema está encontrando salida, el mismo empieza a descargarse y a no producir pulsiones para la salida del problema, de modo que nuestra conciencia se encontrará mejor.

Sucintamente al menos se puede hacer una revisión del problema y afirmar interiormente que, puesto que va a ser encarado y dada una solución; la decisión de resolverlo podemos formularla afirmando que "problema encarado es problema resuelto".  Por tanto debemos comenzar la meditación con nuestra decisión de que no tenemos ningún problema, porque para todos los problemas hemos decidido formalmente darles una solución.  Cuando esta actitud se mantiene firme, la conciencia se dispone a meditar con mucha más tranquilidad.

4) Muchas veces las distracciones mentales se deben a nuestro cuerpo de apetencias, deseos, intereses, rechazos, o tendencias abiertas sin vínculo alguno con objetos, problemas o personas concretas.  Esto sucede cuando nuestra personalidad todavía no ha tomado su propia postura en la vida. 

Hay una etapa muy larga en nuestra evolución en la que vivimos asilvestrados, a merced de nuestros instintos, deseos e influjo de los demás.  El entorno nos configura.  Nos modelan las costumbres establecidas, a veces tan efímeras como las modas de temporada; nos modelan los anuncios, las formas de reaccionar de la mayoría que divulgan los medios de comunicación.  Los instintos nos imponen el miedo como medio de prevención para la supervivencia a nivel físico y la aceptación de los demás.  El cuerpo es adictivo, sea al chocolate, a café, drogas, seriales televisivos, aficiones, etc.  Flotamos a merced de los impulsos de atracción o repulsión que mueven nuestro psiquismo.  Esta es una tendencia general hasta que decidimos tomar las riendas de nuestra vida, ser nosotros mismos, que es lo que queremos hacer ahora al comprometernos firmemente a meditar.

Por eso hemos de soportar que durante cierto tiempo, al meditar vamos a tener que soportar distracciones, derivadas de nuestro inmediato pero largo pasado asilvestrado.

5) Porque todavía no es poderoso el flujo de energías que moviliza la meditación.  La meditación que estamos trabajando va desarrollando nuestra intuición.  Por ella nos identificamos con lo que intuimos.  Esto significa una aportación de creciente energía radiante.  radiante.  En la medida en que hay irradiación el efecto de la atracción magnética de aquello en que meditamos es mayor y las distracciones menores.




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