LA IRRADIACIÓN DE LOS PÉTALOS DE UNIDAD –AMOR DEL
ALMA
Nadie como el Maestro
D.K. ha descrito con tanto detalle y precisión la estructura interna y proceso
de manifestación radiante y elevación, que crea la Realidad espiritual para llevar adelante el impulso evolutivo de la conciencia.
Nos informa de los siete planos de Su expresión, cada uno
de los cuales a su vez consta de siete
subplanos; de la estructura del alma,
a la que se refiere como “cuerpo causal”,
pero que también muestra cómo “el loto
de doce pétalos”, suma de las cuatro tripletas de pétalos, e indicando que
cada tripleta es expresión simbólica de una cualidad radiante, sea la de la inteligencia, la del amor y la de la voluntad, mas la última en manifestarse llamada la de los pétalos de síntesis o sacrificio. Estos
pétalos en realidad son campos radiantes
de una energía que, si la conciencia
cerebral de la personalidad que es su instrumento es pura, receptiva y está suficientemente abierta, llega a percibir directamente
como resultado de una impresión evidente que le llega al meditador, conforme va
despertando su capacidad intuitiva.
La mente concreta con sus teologías y elucubraciones no juega aquí ningún
papel.
A su vez, muestra el
Maestro que el alma es proyección pura, inmaterial de la Trinidad espiritual, de la triple infinitud expresada como océano objetivo y sin límites del Poder
que crea al mundo, del océano de la
Unidad esencial con que se vive la Realidad, y del océano de la Inteligencia espiritual creadora.
Pero por su parte, el
alma a su vez proyecta su vivencia subjetiva hacia su instrumento de
manifestación en los planos más densos, la personalidad, de modo que el cuerpo mental pueda acoger su cualidad de inteligencia; el cuerpo astral trasmita como profundo e
incondicional amor a toda la
conciencia, lo que el alma, el verdadero Yo, vive como unidad; y el cuerpo etérico irradie por el cuerpo físico la
vitalidad con que ayudar a otros
seres para que encuentren fácil su camino evolutivo.
La evolución hasta
lograr la identidad con la Voluntad que
nos hace ser, es lo mismo que lo que predicara Jesucristo cuando hablaba de “Mi Padre y Yo somos uno”, y es lo que
Él nos enseñó que deberíamos pretender hasta que sea realidad el “hágase Tu
Voluntad así en la tierra como en el cielo”.
La segunda tripleta de los pétalos del loto egóico, el loto del alma,
tiene que ver con su cualidad de
unidad-amor, copia viva del Océano de unidad. Ese campo de unidad lo es con
la Voluntad, la Vida, la Energía, el “Propósito que los Maestros conocen y
sirven”. Para el alma, fuera de la
Energía o la Vida no hay nada. Por eso su cualidad de unidad con Ella la traduce en el nivel correspondiente de su
instrumento, la personalidad, el nivel del cuerpo astral, como amor unitivo, magnético, incondicional hacia todos los seres porque
todas las conciencias son expresión de ese Océano de conciencia que es la
Presencia divina, Océano de unidad.
Cuando la personalidad afirma
su consagración incondicional, firme, profunda, para siempre al alma, al Yo, se
construye una segunda etapa del
antakarana o canal de unidad de conciencia y vida. Por medio de esta continuidad de conciencia, la
personalidad es capaz de vivir como suya
la cualidad de amor del alma. Entonces se convierte en discípulo lleno de
amor hacia todos los seres, que no juzga ni crítica, sino que tiene hacia todos
una actitud de comprensión, porque en todos sólo de el ser divino, sólo
que embadurnado por la densidad involutiva de la materia, de modo que no ven su
origen y se sientan un ser carente, limitado, frágil e indefenso, oscilando
entre el miedo y la ambición de poder dominador sobre los demás. El discípulo
irradia el amor del alma, sabiendo que esa
energía es la que más pronto va a despertar en las personas de su entorno el
ser divino que siempre han sido, son y serán. Sabe que el yo limitado es un
yo ilusorio creado por la mezcla de la vida, la materia y la mente concreta.
La irradiación de los
pétalos de amor normalmente se suma a la irradiación alcanzada antes por su
consagración con la inteligencia del alma, que le ha proporcionado la
iluminación mental. Vemos que a mayor elevación, mayor irradiación.
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