sábado, 15 de febrero de 2014

LA IRRADIACIÓN DE LOS PÉTALOS DE UNIDAD –AMOR DEL ALMA



LA IRRADIACIÓN DE LOS PÉTALOS DE UNIDAD –AMOR DEL ALMA

Nadie como el Maestro D.K. ha descrito con tanto detalle y precisión la estructura interna y proceso de manifestación radiante y elevación, que crea la Realidad espiritual para llevar adelante el impulso evolutivo de la conciencia.
Nos informa de los siete planos de Su expresión, cada uno de los cuales a su vez consta de siete subplanos; de la estructura del alma, a la que se refiere como “cuerpo causal”, pero que también muestra cómo “el loto de doce pétalos”, suma de las cuatro tripletas de pétalos, e indicando que cada tripleta es expresión simbólica de una cualidad radiante, sea la de la inteligencia, la del amor y la de la voluntad, mas la última en manifestarse llamada la de los pétalos de síntesis o sacrificio. Estos pétalos en realidad son campos radiantes de una energía que, si la conciencia cerebral de la personalidad que es su instrumento es pura, receptiva y está suficientemente abierta, llega a percibir directamente como resultado de una impresión evidente que le llega al meditador, conforme va despertando su capacidad intuitiva. La mente concreta con sus teologías y elucubraciones no juega aquí ningún papel.
A su vez, muestra el Maestro que el alma es proyección pura, inmaterial de la Trinidad espiritual, de la triple infinitud expresada como océano objetivo y sin límites del Poder que crea al mundo, del océano de la Unidad esencial con que se vive la Realidad, y del océano de la Inteligencia espiritual creadora.
Pero por su parte, el alma a su vez proyecta su vivencia subjetiva hacia su instrumento de manifestación en los planos más densos, la personalidad, de modo que el cuerpo mental pueda acoger su cualidad de inteligencia; el cuerpo astral trasmita como profundo e incondicional amor a toda la conciencia, lo que el alma, el verdadero Yo, vive como unidad; y el cuerpo etérico irradie por el cuerpo físico la vitalidad con que ayudar a otros seres para que encuentren fácil su camino evolutivo.
La evolución hasta lograr la identidad con la Voluntad que nos hace ser, es lo mismo que lo que predicara Jesucristo cuando hablaba de “Mi Padre y Yo somos uno”, y es lo que Él nos enseñó que deberíamos pretender hasta que sea realidad el “hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el cielo”.  
La segunda tripleta de los pétalos del loto egóico, el loto del alma, tiene que ver con su cualidad de unidad-amor, copia viva del Océano de unidad. Ese campo de unidad lo es con la Voluntad, la Vida, la Energía, el “Propósito que los Maestros conocen y sirven”.  Para el alma, fuera de la Energía o la Vida no hay nada. Por eso su cualidad de unidad con Ella la traduce en el nivel correspondiente de su instrumento, la personalidad, el nivel del cuerpo astral, como amor unitivo, magnético, incondicional hacia todos los seres porque todas las conciencias son expresión de ese Océano de conciencia que es la Presencia divina, Océano de unidad.
Cuando la personalidad afirma su consagración incondicional, firme, profunda, para siempre al alma, al Yo, se construye una segunda etapa del antakarana o canal de unidad de conciencia y vida. Por medio de esta continuidad de conciencia, la personalidad es capaz de vivir como suya la cualidad de amor del alma. Entonces se convierte en discípulo lleno de amor hacia todos los seres, que no juzga ni crítica, sino que tiene hacia todos una actitud de comprensión, porque en todos sólo de el ser divino, sólo que embadurnado por la densidad involutiva de la materia, de modo que no ven su origen y se sientan un ser carente, limitado, frágil e indefenso, oscilando entre el miedo y la ambición de poder dominador sobre los demás. El discípulo irradia el amor del alma, sabiendo que esa energía es la que más pronto va a despertar en las personas de su entorno el ser divino que siempre han sido, son y serán. Sabe que el yo limitado es un yo ilusorio creado por la mezcla de la vida, la materia y la mente concreta.
La irradiación de los pétalos de amor normalmente se suma a la irradiación alcanzada antes por su consagración con la inteligencia del alma, que le ha proporcionado la iluminación mental. Vemos que a mayor elevación, mayor irradiación.

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