CONTACTO CON EL ALMA, VISUALIZACIÓN E IRRADIACIÓN.
Siguiendo las enseñanzas
que nos ofrece el Maestro D.K., nuestra
primera orientación ha de ser hacia el alma, puesto que nuestros tres cuerpos
sutiles -el mental, el astral y el vital o etérico- han sido creados para
recibir sus tres cualidades de Inteligencia, Amor y Voluntad. Por otra parte la
identificación con la Tríada espiritual nos queda todavía bastante lejos.
Tomando como base la
aceptación de su existencia, con la ardiente aspiración invocativa asciende
nuestro impulso, esperando su respuesta. Aceptamos que por naturaleza la mente
concreta es incapaz de captar lo que es abstracto, no tiene límites y queda más
allá de su propio nivel, puesto que el alma pertenece al plano supermental. Por
lo tanto un trabajo esencial a
realizar es el de saber estar con la mente
libre de preocupaciones, silenciosa y receptiva.
La ardiente aspiración
es un impulso propio de la sustancia astral o emocional. Como todos los planos,
también el emocional consta de siete subplanos, entendiendo que los más
elevados y puros están, por analogía, impresionables a la irradiación del alma,
la cual existe en el segundo subplano mental.
El Maestro afirma que,
en función de la pureza de nuestra
aspiración , la cual se reconoce por la pureza de vida (que descarta la aspiración del fanático que se
enfanga también con vehemencia en deseos bajos), la irradiación del alma produce una impresión en la sustancia astral
que nosotros podemos entender como una visualización simbólica. Este momento es de suma importancia porque, al
captar la conciencia personal su sentido simbólico, ya tiene la mente un contenido concreto al cual agarrarse, y respetando
su carácter simbólico, enfocando a que se refiere a algo que existe y no puede
captar directamente.
Hemos conseguido un triángulo dinámico: alma, visualización
y mente referenciante -la visualización que capta la refiere a lo que sabe que
existe y no capta-, y por su medio la conciencia personal va percibiendo su
identidad con la conciencia superior, la del alma. Este triángulo dinámico adquiere cada vez más energía conforme
se persiste. Persistir en la atención a ello lo llamamos meditación. La experiencia que nos llega es la de la
luz del alma inundando a la conciencia personal.
Debido a la
consagración incondicional que la personalidad ha hecho al alma, porque para
ella se siente ser mero instrumento y en ello encuentra el sentido de su vida, la conciencia personal en la cabeza, en el
cerebro, está tan llena de irradiación que puede aparecer fácilmente el
fenómeno de “la luz en la cabeza”. No es un fenómeno que haya de aparecer
en todos los casos. Pero si es una
experiencia que a nivel de irradiación neuronal todos pueden reconocer. Esta
es precisamente la aureola que los pintores han colocado en las imágenes de los
santos. No es de extrañar que eso sea así, porque los pintores suelen ser personas
de destacada sensibilidad. Podemos sospechar que muchos de ellos tengan
percepción astral. Quienes tienen visión astral suelen percibir los colores de
las auras, y desde luego distinguir cuando un aura está llena de luz.
De las tres cualidades
del alma, la más fácil de captar suele ser la de la inteligencia, ello
corresponde, utilizando la imagen
simbólica representativa del alma como un loto de doce pétalos, al despliegue de los tres primeros pétalos.
Del despliegue de los
siguientes tres pétalos podríamos tratar en la próxima entrada.
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